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Septiembre, pasado por jazz / stereojazz
Ni el más optimista de los melómanos pudo haber imaginado que un festival de jazz en Colombia tuviera más de una edición. Las razones no están relacionadas con la ignorancia, ni mucho menos con la falta de gusto. Más bien tienen que ver con la orfandad del denominado género de las síncopas en el país.

El jazz no se desprende de las manifestaciones folclóricas tradicionales y por eso está excluido del legado ancestral. Tampoco es de convocatoria multitudinaria como el rock, el hijo más famoso del blues, y esa particularidad ha hecho que no se le mire desde la óptica del negocio. El estilo norteamericano, además, todavía está lejos de figurar dentro del selecto colectivo de los clásicos que llevan sonando más de dos siglos y continúan haciéndolo en formatos orquestales o a través de grupos de cámara.

En el jazz se mezclan varios saberes. Por un lado está la facilidad para darle volumen y transformar en arcoíris una partitura en blanco y negro. Gracias a la habilidad de los intérpretes, el papel se vuelve música, un arte vivo en el que no todo está escrito y en el que la guía la establecen las circunstancias del momento. Por otro, el virtuosismo de los artistas para despegarse del planteamiento inicial, sorprender al público con la gestación espontánea y alejarse de lo consignado.

Sin embargo, también se debe tener el panorama claro para regresar y caer en la nota de forma oportuna y coordinada. El jazz, como una acertada creación literaria, tiene un comienzo, un desarrollo y un final, y cada etapa exige un compromiso distinto. En este género no sólo importa lo que se está tocando, sino cómo se está haciendo, para alejarse de la posibilidad de ser una estadística más dentro de los standards compuestos por Duke Ellington, Louis Armstrong o Miles Davis.

En Colombia, uno de los pioneros en asumir el riesgo del jazz como propuesta de show fue el Teatro Libre de Bogotá. Hace 27 años se realizó el primer evento y sobre sus tablas (a veces en alianza con otros espacios, como el Auditorio León de Greiff o el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo) han hecho arte músicos como Ron Carter, Kenny Garrett, Pharoah Sanders, Gonzalo Rubalcaba, Carla Bley y Steve Swallow, para mencionar solo algunos.

Este año, el encuentro jazzístico en el escenario de Chapinero tiene una antesala especial al aire libre con el Festival Jazz al Parque, evento organizado por Idartes y que tiene su desarrollo principal durante este fin de semana. Dos décadas de presentaciones con el cielo como techo y la presencia de personalidades como los saxofonistas Wayne Shorter y Courtney Pine; la banda Pink Freud, de Polonia, y la guitarrista Katalina González hacen suponer que el jazz en Colombia tiene pasado, presente y futuro.

La gran ventaja de Jazz al Parque como plataforma gratuita es que está integrada al circuito nacional y trabaja de la mano con eventos como el Festival Internacional de Jazz del Teatro Libre, con el Festival de Jazz y Músicas del Mundo de Medellín, con Ajazzgo, de Cali, con Barranquijazz y con otras iniciativas musicales con eco en Pasto, Popayán y Mompox. La unión es la que ha permitido la presencia de grandes figuras de esta corriente sonora y la lista foránea este año es amplia y divertida. El pianista panameño Danilo Pérez, el percusionista norteamericano Poncho Sánchez, el trompetista alemán Till Brönner y hasta el cantante puertorriqueño José Feliciano, entre muchos otros artistas, son motivos suficientes para denominar a septiembre como el mes del jazz en Colombia.

En la actualidad, el género está tan consolidado que el Taller Nacional de Jazz, organizado por la Universidad Sergio Arboleda, llega a su edición número XIV y conserva intacta su intención de generar un espacio en el que profesionales, estudiantes y aficionados tienen la oportunidad de interactuar con algunos de los músicos y educadores más prestigiosos de la escena internacional.

Destacable del circuito del jazz en Colombia que cada evento conserva su espíritu. Jazz al Parque abre el horizonte; Ajazzgo, en Cali, consolida las vertientes latinas; el Festival de Jazz y Músicas del Mundo, en Medellín, mezcla sin complejos sus ingredientes y resalta el world music; mientras que Barranquijazz (Barranquilla) es una fiesta en torno a la multiplicidad. En el jazz, como en todos los ámbitos de la vida, en la diferencia está la fortaleza, y en este círculo el concepto cada vez suena mejor.

Fuente: Diario El Espectador de Colombia

http://www.elespectador.com/entretenimiento/arteygente/gente/septiembre-pasado-jazz-articulo-587286

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