Joshua Redman y su cuarteto ofrecieron un concierto portentoso; hubo sinergia en esta alianza que protagonizó la sexta jornada del Jazz San Javier.
Redman es uno de los más completos saxofonistas de las últimas décadas, con lo que el espectáculo y la calidad estaban garantizados. No era la colaboración al uso, y nadie parecía estar al mando (el repertorio escogido así lo mostraba), sino que emergía una nueva totalidad orgánica, aliñada con improvisaciones de jazz, cuidadas texturas y una cohesión sorprendente.
La velada comenzó con un tema del contrabajista Joe Sanders (Trust) donde el piano aportaba matices y era interrumpido solo por la batería. Con Redman de escolta, este patrón repetitivo servía de alfombra para las líneas del saxo, que desnudó la pieza.
Las armonías se asentaban por un momento sólo para cambiar de registro enseguida, y Redman aportaba color entre el ritmo de la batería mostrando su amplio rango de registros, desde los gritos agudos a los golpes bajos, siempre con una precisión y entonación soberbias. Complejo pero atractivo; cerebral pero emocionante.
Redman es un músico completo y prospectivo, y además un tremendo comunicador (pocos jazzmen actuales se saben meter tan rápidamente al público en el bolsillo como él). Tras la segunda pieza, presentó al cuarteto y se dirigió en español, leyendo unas notas desde su atril: «Que ustedes disfruten de la música. ¡Es el único español que tengo!». Y lo cierto es que el público disfrutó (lo que resulta muy esperanzador) casi tanto como ellos, porque nadie parece disfrutar tanto de lo que hacen como ellos mismos, desplegando un jazz contemporáneo y de altura, aunque pueda resultar algo distante para el gran público, donde el hard-bop aparece planeando sobre la música y reconvirtiéndola.
En esta inspirada e igualitaria comunidad, los cuatro músicos son formidables y contribuyen equitativamente. Redman combinaba con fuerza alteraciones tonales, lirismo y exploración, que el pianista Kevin Hays puntuaba y armonizaba. La sensibilidad del saxofonista era el impulso para que el grupo materializara cada arreglo interactuando con total naturalidad.
Tras Kalypso, una pieza de Sanders que evocaba a Sonny Rollins, llegó Borrowed eyes, preciosa balada que hizo levitar al público. Y es que Redman hace jazz e irradia cercanía en fragmentos melódicos, avanzando delicadamente y retorciendo su cuerpo como una rock and roll star.
Redman sostuvo una sólida rítmica, combinándose alternativamente sus acompañantes. El repertorio provenía de distintas piezas compuestas por los músicos que le acompañaron (la mayor parte de Jorge Rossy, baterista, que salió a tocar con una falda en plan hippie), algunas piezas de Redman y una adaptación que Hays hizo de Scrapple From The Apple de Charlie Parker. La maquinaria del cuarteto sonó en todo momento perfectamente engrasada, con el pianista deslumbrando en los solos, un contrabajista que construye con elegancia destacadas figuras sonoras y Jorge Rossy, baterista dúctil y vigoroso.
Hubo momentos muy reseñables, como cuando Kevin Hays y Redman tocaron melodías al unísono, las texturas de las dos voces se unían de tal manera que no se sabía bien dónde acababa el saxo y dónde empezaba el piano. Clásico y moderno, rápido y preciso, Redman sabe que la interacción con sus compañeros es clave a la hora de dar una visión de conjunto poderosa; de ahí que los diálogos entre saxo, piano, bajo y batería proporcionasen grandes momentos a lo largo de la actuación. Una tarea nada fácil, pues la velocidad de soplo de Redman requiere de algo más que atención.
La actuación del Joshua Redman Quartet dejó sin aliento al público a partir de una muy contemporánea forma de abordar el jazz, que parecía quebrar la métrica, romper la armonía, para luego confluir en un explosivo equilibrio. Tras poco más de una hora y con una encendida ovación, los músicos regresaron para añadir un bis suave, Bolero (otra composición de Rossy) que cerró una actuación destacada para aficionados y neófitos. «Es el último concierto de la gira y también el mejor. ¡Vamos a volver!», dijo Redman satisfecho de su faena. Y todo esto sucedía mientras latía la tragedia de Niza y se producía el golpe de estado en Turquía? El mundo se desmorona y nosotros nos enamoramos. Ganó el jazz.
Fuente: Diario La Opinión de Murcia
http://www.laopiniondemurcia.es/cultura-sociedad/2016/07/17/cerebral-emocionante/753410.html
Redman es uno de los más completos saxofonistas de las últimas décadas, con lo que el espectáculo y la calidad estaban garantizados. No era la colaboración al uso, y nadie parecía estar al mando (el repertorio escogido así lo mostraba), sino que emergía una nueva totalidad orgánica, aliñada con improvisaciones de jazz, cuidadas texturas y una cohesión sorprendente.
La velada comenzó con un tema del contrabajista Joe Sanders (Trust) donde el piano aportaba matices y era interrumpido solo por la batería. Con Redman de escolta, este patrón repetitivo servía de alfombra para las líneas del saxo, que desnudó la pieza.
Las armonías se asentaban por un momento sólo para cambiar de registro enseguida, y Redman aportaba color entre el ritmo de la batería mostrando su amplio rango de registros, desde los gritos agudos a los golpes bajos, siempre con una precisión y entonación soberbias. Complejo pero atractivo; cerebral pero emocionante.
Redman es un músico completo y prospectivo, y además un tremendo comunicador (pocos jazzmen actuales se saben meter tan rápidamente al público en el bolsillo como él). Tras la segunda pieza, presentó al cuarteto y se dirigió en español, leyendo unas notas desde su atril: «Que ustedes disfruten de la música. ¡Es el único español que tengo!». Y lo cierto es que el público disfrutó (lo que resulta muy esperanzador) casi tanto como ellos, porque nadie parece disfrutar tanto de lo que hacen como ellos mismos, desplegando un jazz contemporáneo y de altura, aunque pueda resultar algo distante para el gran público, donde el hard-bop aparece planeando sobre la música y reconvirtiéndola.
En esta inspirada e igualitaria comunidad, los cuatro músicos son formidables y contribuyen equitativamente. Redman combinaba con fuerza alteraciones tonales, lirismo y exploración, que el pianista Kevin Hays puntuaba y armonizaba. La sensibilidad del saxofonista era el impulso para que el grupo materializara cada arreglo interactuando con total naturalidad.
Tras Kalypso, una pieza de Sanders que evocaba a Sonny Rollins, llegó Borrowed eyes, preciosa balada que hizo levitar al público. Y es que Redman hace jazz e irradia cercanía en fragmentos melódicos, avanzando delicadamente y retorciendo su cuerpo como una rock and roll star.
Redman sostuvo una sólida rítmica, combinándose alternativamente sus acompañantes. El repertorio provenía de distintas piezas compuestas por los músicos que le acompañaron (la mayor parte de Jorge Rossy, baterista, que salió a tocar con una falda en plan hippie), algunas piezas de Redman y una adaptación que Hays hizo de Scrapple From The Apple de Charlie Parker. La maquinaria del cuarteto sonó en todo momento perfectamente engrasada, con el pianista deslumbrando en los solos, un contrabajista que construye con elegancia destacadas figuras sonoras y Jorge Rossy, baterista dúctil y vigoroso.
Hubo momentos muy reseñables, como cuando Kevin Hays y Redman tocaron melodías al unísono, las texturas de las dos voces se unían de tal manera que no se sabía bien dónde acababa el saxo y dónde empezaba el piano. Clásico y moderno, rápido y preciso, Redman sabe que la interacción con sus compañeros es clave a la hora de dar una visión de conjunto poderosa; de ahí que los diálogos entre saxo, piano, bajo y batería proporcionasen grandes momentos a lo largo de la actuación. Una tarea nada fácil, pues la velocidad de soplo de Redman requiere de algo más que atención.
La actuación del Joshua Redman Quartet dejó sin aliento al público a partir de una muy contemporánea forma de abordar el jazz, que parecía quebrar la métrica, romper la armonía, para luego confluir en un explosivo equilibrio. Tras poco más de una hora y con una encendida ovación, los músicos regresaron para añadir un bis suave, Bolero (otra composición de Rossy) que cerró una actuación destacada para aficionados y neófitos. «Es el último concierto de la gira y también el mejor. ¡Vamos a volver!», dijo Redman satisfecho de su faena. Y todo esto sucedía mientras latía la tragedia de Niza y se producía el golpe de estado en Turquía? El mundo se desmorona y nosotros nos enamoramos. Ganó el jazz.
Fuente: Diario La Opinión de Murcia
http://www.laopiniondemurcia.es/cultura-sociedad/2016/07/17/cerebral-emocionante/753410.html