Saxofonista chileno, nacido en Santiago el 22 enero de 1981, el tenorista Agustín Moya ha sido uno de los nombres y sonidos más representativos en el jazz en los primeros momentos del siglo XXI. Surgido desde la Conchalí Big Band, donde tocó entre 1997 y 2000, e inspirado inicialmente por los modelos del hard bop Sonny Rollins y Hank Mobley. Moya se unió a la avanzada de músicos que repusieron el saxofón tenor como la simbólica arma jazzística desplazada durante casi dos décadas y multiplicó rápidamente su militancia en proyectos de todo tipo donde su instrumento fue pieza clave.
Inicialmente un intérprete docto de corno, pronto se cambió al saxofón estudiando los rudimentos con el legendario altoísta Carmelo Bustos y luego formado en toda su dimensión como tenorista moderno con Marcos Aldana. Su carrera como improvisador y solista alcanzó altura al iniciarse los 2000, al establecer una estrecha relación musical con el trompetista Sebastián Jordán. Con él, Moya recuperó en cierta forma la figura de los viejos tándems jazzísticos de trompeta y tenor, algo perdidos por entonces.
Precisamente junto a Jordán, desarrolló gran parte de su primera etapa musical, actuando como sideman en La Tropa, del pianista Roberto Lecaros, los conjuntos del bajista Pablo Lecaros, los guitarristas Nicolás Vera y Roberto Dañobeitía, la cantante Ammy Amorette y el grupo de nu jazz Alüzinati, con el pianista Ariel Pino. En 2004, y con el nuevo referente del saxofón tenor del jazz contemporáneo como norte (Chris Potter), Moya se estableció definitivamente como una de las figuras capitales del nuevo jazz y un año después debutó como solista dirigiendo un cuarteto que no sólo fue uno de los puntos más altos del Festival Providencia Jazz sino que se apuntó con uno de los discos emblemáticos para su generación: Doble viaje (2005).
Ese año se integró como primer tenor al Ensamble Quintessence y en 2006 ingresó como solista y compositor al “supergrupo” Pulso, con el que grabó el disco Litio (2008) junto a Vera, Quevedo y Baeza. Tras una estada en Nueva York, donde fue alumno del saxofonista Dave Liebman, Moya regresó para ampliar su cuarteto a quinteto acústico, con el propio Quevedo al piano, y desarrollar así un trabajo centrado en las amplias dimensiones de la composición contemporánea: Infinito (2009). En contraposición a esa propuesta, Moya describió un regreso a las raíces del jazz de clubes y la esencia de la improvisación en directo, probando en el formato de cuarteto clásico, junto al pianista estadounidense Joel Holmes y la sección rítmica de Eduardo Peña (contrabajo) y Félix Lecaros (batería). Grabado en vivo en el club Thelonious, su el disco se llamó Espacio elástico (2011).
En este año 2016 lanzó su cuarto disco, llamado Paréntesis, bajo el sello de Animales en la Vía. El álbum está dedicado a su primer y único hijo, por quien decidió hacer un “paréntesis” en su carrera el 2013.
Inicialmente un intérprete docto de corno, pronto se cambió al saxofón estudiando los rudimentos con el legendario altoísta Carmelo Bustos y luego formado en toda su dimensión como tenorista moderno con Marcos Aldana. Su carrera como improvisador y solista alcanzó altura al iniciarse los 2000, al establecer una estrecha relación musical con el trompetista Sebastián Jordán. Con él, Moya recuperó en cierta forma la figura de los viejos tándems jazzísticos de trompeta y tenor, algo perdidos por entonces.
Precisamente junto a Jordán, desarrolló gran parte de su primera etapa musical, actuando como sideman en La Tropa, del pianista Roberto Lecaros, los conjuntos del bajista Pablo Lecaros, los guitarristas Nicolás Vera y Roberto Dañobeitía, la cantante Ammy Amorette y el grupo de nu jazz Alüzinati, con el pianista Ariel Pino. En 2004, y con el nuevo referente del saxofón tenor del jazz contemporáneo como norte (Chris Potter), Moya se estableció definitivamente como una de las figuras capitales del nuevo jazz y un año después debutó como solista dirigiendo un cuarteto que no sólo fue uno de los puntos más altos del Festival Providencia Jazz sino que se apuntó con uno de los discos emblemáticos para su generación: Doble viaje (2005).
Ese año se integró como primer tenor al Ensamble Quintessence y en 2006 ingresó como solista y compositor al “supergrupo” Pulso, con el que grabó el disco Litio (2008) junto a Vera, Quevedo y Baeza. Tras una estada en Nueva York, donde fue alumno del saxofonista Dave Liebman, Moya regresó para ampliar su cuarteto a quinteto acústico, con el propio Quevedo al piano, y desarrollar así un trabajo centrado en las amplias dimensiones de la composición contemporánea: Infinito (2009). En contraposición a esa propuesta, Moya describió un regreso a las raíces del jazz de clubes y la esencia de la improvisación en directo, probando en el formato de cuarteto clásico, junto al pianista estadounidense Joel Holmes y la sección rítmica de Eduardo Peña (contrabajo) y Félix Lecaros (batería). Grabado en vivo en el club Thelonious, su el disco se llamó Espacio elástico (2011).
En este año 2016 lanzó su cuarto disco, llamado Paréntesis, bajo el sello de Animales en la Vía. El álbum está dedicado a su primer y único hijo, por quien decidió hacer un “paréntesis” en su carrera el 2013.
Fuente: Portal Música Popular de Chile