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Un saxo icónico en el Teatro Coliseo de Buenos Aires - Argentina / stereojazz
Le sobra currículum, por formación académica, por los muchos discos que tiene editados y por la enorme lista de grandes figuras con las que alguna vez tocó y grabó. Pero, aunque bien conocido en el mundo de los jazzeros, no es un nombre popular capaz de llenar grandes salas por aquí. En tal sentido fue quizás inoportuno programarlo para un teatro grande como el Coliseo, justamente en coincidencia con el festival de jazz producido por el gobierno porteño, cuando hay muchos músicos tocando con entradas gratuitas o a precios oficiales. Y los huecos en la platea y la evidente presencia de unos cuantos invitados en la sala terminaron dando cuenta de ese error de cálculo.

Lejos de esas cuestiones de marketing, Kenny Garrett arrancó su concierto como si hubiera estado toda la vida frente al público de Buenos Aires. Heredero de las variantes del jazz que eran modernas en los tiempos en que todavía ni soñaba con ser músico, dio cuenta de todo su pasado, de su técnica avasallante, del vértigo como modo de expresión. Arrancó con "Philly" y "Haynes Here", entre el bebop y el hardbop clásicos, las influencias latinas y un virtuosismo, tanto suyo como de sus compañeros, que dejó a todos con la boca abierta. Bordeó el free jazz, cantó con su saxo alto e improvisó sin ninguna atadura, puso a su quinteto en el mismo nivel de altura -cuesta elegir al mejor de sus compañeros porque son todos excelentes- y se comunicó con los integrantes del grupo tocando de espaldas a la platea, a la que arengó con su mano derecha para pedir aplausos durante codas infinitas que parecían no llegar jamás al éxtasis.

A partir de ahí, lo latino y lo africano se fueron haciendo cada vez más presentes. "Spanish-go-round", "Do your Dance!" y "Happy People" fueron las piezas que le permitieron mostrar a la vez su admiración por Chick Corea, Chucho Valdés y Miles Davis. Aires de son y de bossa y citas ibéricas se confundieron con lo jazzístico. El ritmo constante y marcado -gran mérito del baterista Samuel Laviso- se hizo uno con el swing de la percusión latina de Rudy Bird. El contrabajista Corcoran Holt, con los dedos o con el arco, y el pianista Vermell Brown, sorprendente con el giro de sus improvisaciones, hicieron sus mejores aportes. Y los "tutti" brillantes se intercalaron con los momentos individuales que, a ratos, dejaron a Garrett solo y haciendo malabares creativos con su saxo.

Pero promediando la actuación este simpático señor viró hacia un gesto demagógico que terminó estropeando en parte lo que era un concierto de cinco estrellas. Sus temas finales, "Chasing the Wind" y "Waynes Thang" se volcaron al pop y al soul, y Garrett se mostró más entusiasmado por seducir al público que por entregarle su mejor versión. Hizo corear melodías y convocó a que la gente se acercara al escenario para bailar. Montó con sus músicos una puesta en escena de salidas y entradas del escenario demasiado armadas y sus capacidades para el jazz -y también para el pop y el soul- terminaron quedando desdibujadas.

Nos quedamos con la muy jugosa primera parte y es eso, en definitiva, lo que termina calificando este debut argentino del saxofonista de Detroit.

Fuente: Diario La Nación

http://www.lanacion.com.ar/2083837-un-saxo-iconico-que-al-fin-toco-entre-nosotros

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